domingo, 6 de abril de 2014

Primer Taller Anticapitalista CUT Marbella: una introducción sencilla al mundo capitalista


1. Eres una hormiga obrera.
Tú, que estás leyendo esto, eres una hormiga obrera. Desde la infancia, la clase dominante, esto es, la burguesía (banqueros y grandes empresarios) te inculcó su ideología, que consiste en una serie de principios y valores humanistas para mantenerte dócil y obediente. A través de los medios de comunicación, del Estado, de las leyes, de la policía, de la iglesia y del ejército, imponen su visión del mundo al resto de los mortales. Las leyes, la constitución y tus derechos, a la hora de la verdad, son mentira. Para ellos, para la oligarquía, una hormiga obrera solo puede y debe ser tres cosas:

-Mano de obra barata (carecemos de la propiedad de los medios de producción, aunque, paradójicamente poseemos el control real de esos medios, por eso los capitalistas temen las manifestaciones y las huelgas, porque una simple chispa puede revelarnos la verdad: que la clase obrera tiene la sartén por el mango)
-Consumidor (compramos lo que nosotros mismos producimos)
-Pagador de impuestos, impuestos que se gastan en financiar servicios privados, dejando de invertir en servicios públicos (sanidad y educación)

¿Por qué hacen esto los capitalistas? Porque su fuente de riqueza es la apropiación indebida de la plusvalía, esto es, pagar al trabajador el mínimo que marque la ley (e incluso menos) y quedarse con los beneficios.

Eres una hormiga obrera y nada es más fácil para la burguesía que pisotear a una hormiga. No obstante, nuestra ventaja es que somos miles de millones de hormigas obreras y ellos son muy pocos. Aunque estén mejor armados, no pueden superarnos si decidimos atacar tod@s unid@s.

Por ello la unión de todas las hormigas es necesaria. Por ello, la unión de la clase trabajadora es fundamental e imprescindible para conseguir un mundo mejor.


2. ¿Qué es el capitalismo?

Los problemas económicos, sociales y políticos del planeta no tienen una causa moral o educativa, no se debe a la maldad de unas personas o a la incompetencia e ignorancia de otras. El problema que tiene el mundo se llama capitalismo.

El capitalismo (resumiéndolo muchísimo) es un sistema económico basado en la propiedad privada de los medios de producción. Si le preguntas a un banquero o a un gran empresario, te dirá que el capitalismo es el único sistema económico posible, y que el capitalismo defiende la libertad del individuo para hacer transacciones económicas y desarrollar las fuerzas productivas. Te dirá que el Estado no debe intervenir para nada en estas transacciones, ni siquiera para regular los mercados. Asegurará que esta libertad económica hará que las personas más capacitadas, emprendedoras e inteligentes desarrollen las fuerzas productivas del país creando, de esta manera, riqueza. Te dirá que el empresario crea puestos de trabajo, da el sueldo a la clase trabajadora y da servicios y productos al conjunto de la población. Por eso, las leyes deben favorecer al empresario y a su libertad para hacer negocios. De esta manera, las personas más emprendedoras (da igual su clase social) obtendrán riquezas y conseguirán un status social elevado, mientras que las personas más perezosas y limitadas intelectualmente tendrán el empleo que se merecen. También te dirá que los sindicatos y los partidos políticos obreros de izquierda deben desaparecer, porque imponen leyes que dificultan la creación de riqueza y atentan contra la libertad individual. Dirá que el capitalismo respeta los derechos humanos y la libertad. Y para rematar, te dirá que el comunismo es una ideología sanguinaria y genocida, que ha fracasado y que prácticamente ha desaparecido. Obviamente, este banquero o gran empresario está mintiendo como un bellaco.

La realidad es que el capitalismo es un sistema económico intrínsecamente violento que se basa en la explotación de la gran mayoría de la población en beneficio de unos pocos (banqueros, grandes empresarios, terratenientes), y eso lo consigue apoyándose en el aparato del Estado, el ejército y la policía.

Actualmente el capitalismo no crea riqueza real. ¿Qué es la riqueza real? Pues son las fábricas que crean productos manufacturados, los campos cultivados que aportan alimento, el desarrollo de la tecnología, etc. Hasta el siglo XIX, la burguesía sí fue una clase progresista creadora de riqueza, ya que venía a sustituir al feudalismo y a sus limitaciones económicas (servidumbre, descentralización administrativa), limitaciones políticas y sociales (privilegios aristocráticos de nobleza y clero) y limitaciones intelectuales (el oscurantismo religioso limitaba el desarrollo de la ciencia). En la medida en que el feudalismo era un sistema caduco, el capitalismo fue progresista porque desarrolló las fuerzas productivas generadoras de riqueza y progreso. Pero con la llegada del siglo XX, el capitalismo dejó progresivamente de crear riqueza de manera convencional y se lanzó de cabeza a la especulación.

¿Qué es la especulación? Aumentar el valor objetivo de las cosas para obtener el máximo beneficio. Esto, unido a la compra-venta de acciones en bolsa y a la costumbre de pedir préstamos para invertir ese dinero pensando en futuras ganancias con las que devolver lo prestado y obtener beneficios, hace que sea más fácil y rápido obtener riquezas invirtiendo y especulando en lugar de complicarse la vida creando fábricas o empresas, con toda esa lata de los trabajadores exigiendo sus derechos.

El gran problema del sistema capitalista son sus crisis cíclicas de sobreproducción (no consiguen vender todo lo que producen), ocasionando desastres económicos como el que vivimos actualmente, porque cuando no se consigue vender la producción, los beneficios no llegan y no se puede devolver los préstamos que se han adquirido para especular. Y si cae un especulador, generalmente se produce un efecto dominó que arrastra a bancos, grandes empresas y,  por supuesto medianos y pequeños empresarios que subsisten gracias a créditos bancarios. Y ante el peligro de perder beneficios, los bancos no conceden créditos, con lo cual no hay circulación de dinero. En ese momento, cuando el juguete se le ha roto a los especuladores capitalistas, acuden corriendo al papa-Estado para que absorba sus pérdidas (alegando que hay que proteger el sistema financiero) y de esta manera la deuda privada se convierte en deuda pública. Es entonces cuando los Estados, por arte de magia, no tienen dinero para la sanidad, la educación o las pensiones públicas (y no digamos para infraestructuras o potenciar el empleo). Y es entonces cuando la maquinaria ideológica de la clase dominante dice que hemos estado viviendo por encima de nuestras posibilidades, que hay que apretarse el cinturón y que hay que aceptar políticas duras pero necesarias para el conjunto del país, tales como el despido libre y el recorte en el estado del bienestar.

Resumiendo: Los empresarios no crean riqueza real, sencillamente se llenan los bolsillos jugando con las grietas del sistema financiero mundial sabiendo que, en caso de crisis económica, serán los trabajadores y trabajadoras quienes tengan que pagarlo de su bolsillo sacrificando derechos y el estado de bienestar que tanto nos ha costado conseguir.

También es falso que bajo el capitalismo todos tengamos las mismas oportunidades y todos seamos iguales. Es obvio que el que más dinero tiene, posee más derechos y más privilegios. La misma Constitución española, que el artículo 14 establece la igualdad de tod@s l@s ciudadan@s, se contradice a sí misma cuando en el título II concede privilegios a una serie de personas (con retazos endogámicos) por derecho de bragueta. Pero no hay que irse a la carta magna para ver que las desigualdades sociales se dan constantemente, y que esas desigualdades tienen su origen en el reparto desigual de la riqueza. Por otra parte, el mantra de los liberales es que una persona puede hacerse rica partiendo de la nada, con esfuerzo, talento y trabajo duro, y siempre nos ponen como ejemplo a Amancio Ortega, propietario del grupo Inditex (con Zara como buque insignia). Para empezar, la mayoría de burgueses en el estado español son millonarios por herencia, perteneciendo a las 100 familias aristócratas del país (que desde los tiempos de la “reconquista” cristiana en el medievo han robado por la fuerza de las armas la riqueza natural de los pueblos peninsulares, aunque tampoco hay que irse tan lejos, ya que en la dictadura franquista estos sinvergüenzas robaron a manos llenas con total impunidad). Esta 100 familias son una mezcla endogámica de banqueros, grandes empresarios, aristócratas, alto clero y altos mandos militares, unidos  por mil lazos de parentesco y de intereses económicos y políticos comunes. Siguiendo con Amancio Ortega, este individuo “emprendedor” hizo lo que hacen todos los burgueses: si al capitalista no le queda más remedio que crear una “fábrica real” con sus seres humanos reales a los que robar la plusvalía, generalmente lo hace en países donde las condiciones laborales de los trabajadores son casi inexistentes, para así abaratar costes.



El capitalismo también supone un freno para la ciencia. Lo realmente importante para el sistema capitalista no es el avance científico sino la obtención de beneficios, lo más rápidamente posible y al menor coste. Por ejemplo, ¿Por qué en lugar de apostar por nuevas fuentes de energía más limpias y seguras, se sigue utilizando combustibles fósiles (petróleo y gas natural) y energía nuclear? A nivel sanitario ¿cómo es posible que no haya todavía una cura para el SIDA o una cura eficaz para los diferentes tipos de cáncer? En el campo de la física cuántica ¿no sabes que los científicos, desde hace décadas, están abandonando las investigaciones con pruebas empíricas para acomodarse en el lucrativo mundo de la física teórica? ¿Para qué comprobar empíricamente una teoría si las matemáticas y la lógica aristotélica pueden hacerlo más rápidamente? ¿Sabes la cantidad de dinero que se mueve en las universidades con el tema de las becas y la financiación de estos estudios teóricos? Y las medicinas son un mundo a parte. ¿Sabes cuánto dinero mueven las compañías farmacéuticas? ¿De verdad crees que estas compañías quieren que la ciencia médica avance y que la gente esté cada vez más sana, dejando así de consumir medicinas? No sólo no se conforman con vender medicinas para las enfermedades reales, sino que si tienen que utilizar los medios de comunicación para desencadenar la histeria colectiva y así vender más medicinas, no se lo pensarán dos veces. ¿Te acuerdas de la terrible Gripe A? ¿Te acuerdas de que todos los días salían noticias en la tele sobre docenas de muertos? ¿Te acuerdas de que los estados se gastaron millones vacunando a niños, ancianos y otros sectores de la población con riesgo? ¿Dónde está la gripe A ahora? O dicho de otra manera ¿Quién se benefició con la histeria colectiva de la gripe A?

El capitalismo es incapaz de seguir desarrollando las fuerzas productivas porque su principal objetivo es obtener beneficios lo más rápida y fácilmente posible y la manera que tienen de hacerlo es la especulación y el robo directo al pueblo trabajador acaparando los impuestos. El capitalismo es la principal fuente de las desigualdades e injusticias del mundo ya que cuantos menos derechos tenga el pueblo trabajador, mayor será su explotación y mayor será el robo de plusvalía y mayor los beneficios de la burguesía. Por lo tanto, acabar con el sistema capitalista no solo es algo lógico, sino también necesario para nuestra supervivencia. No obstante, en la mente de todos (y en la tuya) hay una pregunta fatídica: ¿se puede acabar con el sistema capitalista?


3. ¿El capitalismo es invencible?

¿El capitalismo es invencible? Bueno, repasemos la historia (materialismo histórico mediante)

¿El esclavismo era invencible? Si le preguntas a un esclavo de la República Romana te dirá que sí, desde luego el esclavismo es invencible. Tal como dijo Aristóteles, los esclavos eran “instrumentos con voz”, meras herramientas para uso y disfrute de los amos, animales despojados de toda humanidad.  No hay nadie más oprimido, sin derechos y sin libertad de acción que un esclavo. Pero al final, el esclavismo fue destruido. Cierto, el esclavismo no desapareció y llegó hasta el siglo XIX, pero el esclavismo, como sistema económico, tras la caída del imperio romano, fue una excepción, no una regla.

¿La sociedad feudal era invencible? Si le preguntas a un pequeño comerciante de los burgos de las escasas ciudades del Medievo o a un campesino siervo de la gleba te dirá que sí, que los valores económicos y morales del antiguo régimen son invencibles, ya que ni el campesinado ni la burguesía tienen ni voz ni voto, sólo sirven para pagar impuestos, y los burgueses sirven para dar préstamos a los reyes y generalmente acaban arruinados. Y para más inri, el clero y los nobles no pagan impuestos. Los reyes eran reyes por la gracia de dios y para un creyente, dios era mucho dios. Sin embargo, el sistema estamental, con sus reliquias medievales y sus monarquías absolutas fue destruido. Cierto es que tras la revolución francesa, se intentó instaurar otra vez el absolutismo, pero éste ya estaba herido de muerte y con el paso de los años fue totalmente destruido. Hoy día hay monarquías absolutas (como la del Vaticano) pero son la excepción a la regla.

¿Por qué desaparecieron el esclavismo y el feudalismo? Porque como sistemas económicos ya estaban caducos y fueron sustituidos, a través de la lucha de clases, por otro sistema económico que los superaba en el desarrollo de las fuerzas productivas. Las sociedades esclavistas fueron destruidas por sociedades cuyo sistema económico se asentaba en el feudalismo. El sistema feudal fue destruido por una nueva clase social progresista, la burguesía, que finalmente impuso sus derechos al de los señores feudales. Y el capitalismo desaparecerá porque el capitalismo ya es un sistema caduco incapaz de desarrollar las fuerzas productivas, y los burgueses será barridos por nuestra clase social, la clase trabajadora.

Carlos Marx dijo: “Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas
productivas que caben dentro de ella y jamás aparecen nuevas y más altas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado en el seno de la propia sociedad antigua” (Marx. Prólogo a la contribución a la crítica económica política), lo cual quiere decir que solo podremos avanzar a un sistema mejor cuando el capitalismo haya cumplido con su misión histórica, esto es, desarrollar las fuerzas productivas al máximo. En el momento en que no pueda desarrollar esas fuerzas productivas, cuando se quede estancado y ya no pueda generar riqueza ni progreso, sino al contrario, suponga un freno para el desarrollo social, económico, político e intelectual, significará que es el momento del cambio. Y ese cambio lo provocará una clase determinada, la clase que sufre la explotación directa de la clase dominante. ¿Acaso no estamos ya en ese momento?

De hecho, el capitalismo ya está herido de muerte ¿no lo sabías?

El capitalismo fue malherido en 1917 con la Revolución Rusa. Los trabajadores y trabajadoras demostraron que el capitalismo no solo no era invencible, sino que se podía destruir. Es cierto que el sistema soviético fue incapaz de superara la etapa socialista para llegar al comunismo, y que en la década de los 90 el capitalismo regresó a Rusia, pero las lecciones de octubre quedaron reflejadas de manera indeleble en la historia de la humanidad: los trabajadores y trabajadoras PUEDEN DESTRUIR EL SISTEMA CAPITALISTA.

Poder, se puede. La cuestión es saber hacerlo.

Desgraciadamente, aunque el capitalismo es un sistema económico decadente, estancado y herido de muerte, el capitalismo no desaparecerá por sí solo ni tiene fecha de caducidad: al capitalismo  HAY QUE DESTRUIRLO. Y tiene que destruirlo la clase trabajadora.

¿Cómo podemos hacerlo? Bueno, primero hay que dejar claro algunos conceptos, como el de “democracia” o el de Lucha de clases.



4. “Democracia”, partidos políticos  y Lucha de clases: ¿Cómo podemos acabar con el capitalismo?

Hoy en día, la democracia es un término muy devaluado, desgraciadamente. Democracia debería significar que gobierna el pueblo, pero en realidad no es así. Gobierna una casta de empresarios y banqueros, a través de una casta política corrupta. Desde pequeñitos nos han adoctrinado para que creamos que “democracia” es votar cada cuatro años quien va a defender mejor los intereses de la oligarquía financiera. Nos han enseñado que “democracia” es darle cada cuatro años un cheque en blanco a una minoría para que hagan y deshagan a su antojo, incumpliendo promesas electorales y robando al pueblo para dárselo a los explotadores. El parlamentarismo burgués es una estructura política organizada para que la burguesía, de manera más o menos directa, obtenga beneficios a costa del pueblo trabajador. Bajo el sistema parlamentario burgués, incluso el partido más progresista estaría encorsetado en unas leyes y normas que limitarían su actuación política. Entrar en el juego del parlamentarismo burgués lleva, tarde o temprano, a caer bajo su influencia y caer bajo sus reglas. La lucha de clases es sustituida por las maneras “democráticas” de conciliación de clases. Por este motivo, el camino de la reforma para la emancipación de la clase obrera es ineficaz, y el único camino que tenemos los trabajadores y trabajadoras para conseguir la libertad es el de la revolución: no se puede dialogar con una clase social que vive a costa de la explotación de otra clase social. Hay que acabar con esa clase social opresora, destruyendo los cimientos de su sistema económico. Por este motivo, el Parlamentarismo burgués debe ser una caja de resonancia de las políticas revolucionarias, un instrumento para acabar con el sistema económico al que representa, pero no aceptando las reglas del parlamentarismo burgués, sino intentando socavar su “autoridad” a través de la movilización popular y la desobediencia civil.

La mayoría de la población también tiene una imagen distorsionada de lo que es un partido político. Actualmente, la mayoría de los partidos quieren trasmitir una imagen “neutra” para conseguir el mayor número de votos posibles, intentar rebajar el contenido ideológico para no asustar o incluso atraer los votos del partido contrario. Este enfoque es una perversión de lo que es un partido político. Un partido político es una herramienta de una clase social concreta para defender los derechos conquistados y para conseguir los derechos que aún quedan por conquistar. La burguesía tiene sus partidos y la clase trabajadora tiene los suyos. La perversión se produce cuando un partido de la clase burguesa intenta captar votos de la clase trabajadora (muy inteligentemente, por otra parte, porque si no le votaría cuatro gatos) apelando a conceptos como el de patriotismo, eficacia, modernidad o el fin de las ideologías. La estupidez está cuando los partidos de la clase obrera abandonan su discurso de clase en pos de conseguir “mayorías”, así, en abstraco. Olvidar a qué clase social pertenece uno es situarse en la más absoluta indeterminación posible, ya que el mundo no se divide en países (aunque es indudable que existen multitud de naciones y pueblos, la mayoría oprimidos), ni en religiones, ni en razas. El mundo ni siquiera está dividido en sexos. En última instancia, el mundo está dividido en CLASES SOCIALES: existe la burguesía (banqueros, grandes empresarios, a veces con lazos con los terratenientes, aristócratas y alto clero) que son una minoría ridícula pero detentan todo el poder y la mayoría de las riquezas del planeta. Su objetivo es seguir enriqueciéndose a costa de la clase trabajadora, y tienen poderosas herramientas para conservar su poder (medios de comunicación, parlamentos, Estados, policía, ejércitos); Después está la pequeña burguesía, aquellos autónomos que tienen pequeños negocios. La precariedad de su situación los hace ser voluble y en momentos de crisis suelen girara a la extrema derecha para conservar su pequeña parcela de propiedad, pero con una política adecuada también pueden girara a la izquierda; también están los campesinos y campesinas, ligados a la tierra y a la pequeña propiedad, que con una política adecuada pueden ser ganados a la izquierda, pero que con una política inadecuada pueden asumir posturas muy conservadoras e incluso reaccionarias; y también está la clase trabajadora, l@s asalariad@s, l@s proletari@s, aquell@s que dan su esfuerzo físico e intelectual por un sueldo, aquell@s que no poseen la propiedad de los medios de producción y que su forma de trabajo los hace unirse y organizarse entre ell@s. Estas características hacen de la clase obrera la clase que puede acabar con el capitalismo y crear un sistema económico más justo, igualitario y solidario. Lógicamente, la clase trabajadora debe buscar el apoyo del campesinado y de la pequeña burguesía, siguiendo una estrategia adecuada según el escenario concreto. Por ejemplo, en países agrícolas poco desarrollados industrialmente, la alianza de la clase obrera y campesina será fundamental para acabar con el capitalismo. No obstante, el motor de la Revolución, el sujeto revolucionario, debe ser la clase trabajadora, y ella marcará las pautas del cambio revolucionario hacia un mundo mejor. Por último, no podemos olvidarnos del lumpemproletariado, esto es, el sector de la población desposeída ajena a la clase obrera económica y organizativamente hablando, desorganizado, desclasado y que para su subsistencia desarrolla actividades al margen de la legalidad y la convivencia básica (robo, prostitución, mendicidad, etc). El lumpemproletariado suele ser utilizado por la burguesía y por el fascismo como un ejército desestabilizador, para reventar huelgas, manifestaciones y toda acción de la clase trabajadora.

Vivimos inmersos en una lucha de clases, donde clases sociales antagónicas luchan por su supervivencia y por la obtención de beneficios. Pero esta guerra no es evidente, su violencia es indirecta y sutil pero asfixiante. Nos han convencido de que el capitalismo no sólo es el mejor sistema posible sino que es el único sistema posible. Nos han convencido de que la pobreza es un mal endémico, inevitable en el mundo. Nos han convencido de que es algo natural que existan unos pocos ricos que tienen toda la riqueza del planeta y de que la inmensa mayoría de la población deba trabajar como esclavos por un mísero sueldo. Nos han convencido de que no existe la clase trabajadora  y que nuestra vida debe ser una constante persecución de bienes materiales y lujos pequeñoburgueses, bienes y lujos que nos esclavizan de por vida, que nos amordazan, que nos ponen a merced del banco al que pagamos la hipoteca y al empresario que nos paga el sueldo. Nos han convencido de que la individualidad es mejor que la solidaridad. ¿Y quiénes nos han convencido de todo esto? Los banqueros, los grandes empresarios, las 100 familias de la aristocracia y la iglesia católica. Ellos obtienes sus beneficios de nuestra explotación, del robo de la plusvalía, de la riqueza que la clase obrera genera. Por eso la paz social, la reconciliación de clases es imposible. Su riqueza está directamente relacionada con nuestra pobreza y con la falta de nuestros derechos y libertades.

Todo trabajador y trabajadora tiene, por su forma de trabajo (por su modo de producción) el “gen” de la rebelión proletaria. Desgraciadamente no tod@s tienen el mismo grado de consciencia. La gente que es consciente del auténtico problema (el capitalismo) y de la única solución (acabar con él) es muy escasa. La conciencia de la clase obrera es elástica, cambiante, siempre en movimiento (dialéctica). A veces pasan siglos sin que la clase obrera en su conjunto rechiste, soportando carros y carretas de opresión, humillación y explotación. Y a veces, en cuestión de días y semanas, por la tontería más pequeña, la conciencia obrera explota en un estallido revolucionario que puede acabar con el sistema capitalista. Una revolución es exactamente eso: un estallido colectivo de la conciencia de los trabajadores, trabajadoras y las masas. Desgraciadamente, esos  estallidos son breves y, si no son adecuadamente aprovechados, tienden a desaparecer, restableciéndose el status quo, la norma capitalista.

Por ello, es necesario organizarse, formarse y prepararse para esos estallidos revolucionarios, y mientras éstos llegan, trabajar codo a codo con la clase trabajadora, mimetizarse con ella, luchar día a día junto a ella en defensa de sus derechos, y de esta manera, educar y orientar a las masas trabajadoras. Prepararse para ser guía y vanguardia de los trabajadores/as y las masas, para acabar con el capitalismo y conseguir la auténtica democracia.

Eso mismo ocurrió en Rusia a principios del siglo XX. Los bolcheviques (tendencia dentro de la socialdemocracia rusa) con Lenin a la cabeza, estuvieron  preparándose durante 14 años para ese estallido revolucionario, orientando a las masas, guiándolas, enseñando las tradiciones del movimiento obrero, mimetizándose con las masas obreras y creando un partido obrero centralizado, democrático, disciplinado y eficaz. Y en 1917, a través de los soviets (asambleas democráticas de trabajadores/as, campesinos/as y soldados) los bolcheviques guiaron al pueblo ruso para acabar con el capitalismo.

Esa es la manera de acabar con el capitalismo: organizarse adecuadamente para el estallido revolucionario de la clase trabajadora y establecer lazos con la clase obrera para orientarla y guiarla, tanto en los momentos de agitación revolucionaria como de reacción. La explicación paciente y clara por un lado y la acción que unifique y conciencie a la clase obrera de su papel revolucionario debe ser nuestro método para acabar con el capitalismo.

No te mentiré: acabar con el capitalismo es muy difícil y con toda probabilidad perderemos muchas batallas. Pero la clave del asunto es ganar la guerra. La vida no es un círculo vicioso o una línea recta. La vida es una espiral: toda lucha presente y futura se apoya en la lucha y sacrificio de los trabajadores y trabajadoras que pelearon antes que nosotros contra el capitalismo. Si fracasamos en nuestra lucha contra el capitalismo, nuestro sacrificio no quedará en balde, ya que las trabajadoras y trabajadores del futuro usarán nuestro ejemplo y aprenderán de nuestros éxitos y de nuestros errores para continuar la lucha (de la misma manera que nosotr@s aprendemos de los aciertos y de los errores de los revolucionarios/as que nos precedieron). Y así, año tras año, no importa el tiempo que transcurra, el capitalismo, tarde o temprano será finalmente destruido. Y será destruido por la clase trabajadora. Hazte a la idea de que el capitalismo ha llegado a su fin, pero no va a desaparecer por sí sólo, HAY QUE DERRIBARLO POR MEDIO DE LA LUCHA REVOLUCIONARIA. De eso no cabe duda alguna. No es un acto de fe. Es una realidad científica basada en el materialismo histórico y dialéctico. Pero de nosotr@s depende, de los trabajadores y trabajadores más conscientes, que la derrota del capitalismo sea lo más rápida e incruenta para la humanidad. De nosotr@s depende reducir el número de víctimas presentes y futuras del capitalismo.

El fin del capitalismo puede tardar mucho. O muy poco, depende (cuestiones del materialismo dialéctico y del proceso molecular de la revolución).

Otra pregunta clave es ¿Se puede acabar con el capitalismo sin violencia?

Ese tema lo trataremos en el próximo taller anticapitalista de CUT Marbella.

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