sábado, 30 de agosto de 2014

Manifestación en la Línea: NO A LOS PARAÍSOS FISCALES; NO A LAS BASES MILITARES; POR LA DEFENSA DE LOS TRABAJADORES Y TRABAJADORAS (29-8-2014)



El pasado viernes 29 de agosto, miles de trabajadores y trabajadoras de todos los puntos de Andalucía nos manifestamos en la Línea de la Concepción para denunciar el castigo que sufre la clase trabajadora del Campo de Gibraltar (paradigma del pueblo andaluz), que se traduce en más de 40.000 personas condenadas al desempleo por un sistema injusto que se acentúa en la comarca por la singularidad de caer bajo la influencia de Gibraltar, un paraíso fiscal y base militar del imperialismo, con cientos de lazos económicos con la burguesía española y británica que lleva a la miseria de las familias obreras.
Por estos motivos, docenas de organizaciones de la izquierda alternativa y combativa, como SAT Marbella y CUT Marbella participamos en esta expresión popular de descontento, inconformismo y rebeldía ante la mano implacable de banqueros, grandes empresarios y políticos corruptos.


























Al finalizar la manifestación, diferentes representantes de organizaciones locales de la Línea enumeraron los numerosos e intolerables abusos que sufre el pueblo trabajador de la localidad por la avaricia sin límites de la oligarquía que cuenta con la complicidad de los poderes públicos: un hospital público a medio construir; una pobreza y desempleo endémicos; un deterioro evidente de las calles de la ciudad ante el desinterés del equipo de gobierno; arbitrariedades con respecto a la frontera y sus extensas colas, dependiendo de los intereses del imperialismo español o británico; la contaminación que repercute directamente en la población, con tasas muy elevadas de cáncer, por ejemplo; etc. 

Diego Cañamero, Portavoz Nacional del Sindicato Andaluz de Trabajadores/as, recalcó que la lucha del pueblo trabajador consiste en mejorar las condiciones laborales concretas e inmediatas, pero también debemos ir más allá y golpear donde más duele al sistema que nos oprime a todos y a todas. Gibraltar da empleo a muchos trabajadores y trabajadoras de la Línea, y debemos mejorar las condiciones laborales concretas (acabar con las largas colas de entrada, cuestiones de tributación, etc) pero también debemos estar en contra de los paraísos fiscales, medio de grandes empresarios y banqueros para no declarar sus ingresos y que repercute directamente en el mantenimiento de nuestros servicios públicos básicos (sanidad, educación, pensiones, etc); y también debemos estar en contra de las bases militares que dan cobertura a un imperialismo asesino, opresor de los pueblos rebeldes en todo el mundo.

Por último, Diego Cañamero expresó la necesidad que tiene la izquierda antisistema de permanecer unida para hacer frente a banqueros, grandes empresarios y a la casta política corrupta. Todas las organizaciones sindicales, políticas y sociales que tienen como objetivo acabar con este sistema injusto (que condena a los trabajadores a la explotación, la miseria y el desempleo), y sustituirlo por un sistema más justo e igualitario que defienda los derechos humanos y que ponga la economía al servicio del pueblo deben promover la unidad de acción contra el enemigo común.

A nuestro entender, la unidad de acción no supone diluirse en una sopa de letras o renunciar a nuestra ideología, programa y modo de acción, sino simplemente golpear unidos a la clase social que nos pisotea contidianamente la cabeza.

Nada surge de la nada. La situación actual de efervescencia revolucionaria es fruto dialéctico de la lucha revolucionaria precedente. No se puede entender el estallido ilusionante del pueblo tras el 25 de mayo sin la lucha del 22M, del 15M, de la PAH, de STOP Desahucios y de la lucha abnegada de cientos de miles de militantes en numerosas organizaciones tradicionales de la clase obrera y de nuevo cuño. La lucha no es un círculo ni una línea recta, sino una espiral de conocimientos y experiencia que desecha lo erróneo y se enriquece con los continuos avances. La unidad es fundamental, pero no una unidad cualquiera, sino una unidad que se base en la destrucción del sistema capitalista. No solo hay que cambiar a la casta política corrupta, ya que los males de la clase trabajadora no se reducen a "problemas de gestión", sino que hay que ACABAR con la clase social que se lucra a través de nuestra opresión: banqueros y grandes empresarios. 


jueves, 14 de agosto de 2014

Acción sorpresa de la Plataforma 22M en el Starlite de Marbella (13-8-2014)



(Artículo procedente del blog del 15M Marbella-STOP Desahucios)

El miedo ha cambiado de bando. Los privilegiados deben darse cuenta de que el pueblo ya está harto y que no nos vamos a callar. Esa sensación de impunidad que tiene toda esta morralla de oligarcas debe desaparecer. La Plataforma de las Marchas de la Dignidad 22M Marbella-San Pedro Alcántara (formada por 15M Marbella-STOP Desahucios, CUT Marbella, IULV-CA Marbella-San Pedro Alcántara, SAT Marbella y U3R) ha luchado y sigue luchando para crear poder popular que destruya el sistema que nos oprime. Una vez más, Julio Iglesias, el "cantante" símbolo de la derecha fascista española, vino a Marbella el 13 de agosto al Starlite (la cantera de Nagüeles) para deleitar a millonarios sin escrúpulos, a banqueros asesinos, a terratenientes caciques, a borbónes endogámicos, a presidentes de clubs de "furbo" y a políticos peperos corruptos. Entre la escoria presente estaba nuestro ex-presidente genocida José María Aznar y su esposa, la no-electa alcaldesa de Madrid Ana a relaxing cup of cafe con leche in plaza mayor.

 

Pero este año, tal como ocurrió el año pasado, el 15M Marbella-STOP Desahucios, integrada en la Plataforma Marchas de la Dignidad 22M Marbella-San Pedro, realizó una acción sorpresa a las puertas del Starlite, para denunciar la explotación que sufre el pueblo de Marbella a manos de una minoría de ricos empresarios y banqueros, que gozan de toda una serie de lujos y privilegios a costa de la merma de los derechos del pueblo trabajador de Marbella. Una veintena de activistas se concentraron en las puertas del Starlite, y lanzaron consignas reivindicativas a los asistentes al concierto de Julio Iglesias. Aunque toda la acción transcurrió sin ningún incidente, la policía hizo acto de presencia y tomó los datos a uno de los manifestantes. Las condiciones laborales de los trabajadores del Starlite es fiel reflejo de la realidad del pueblo trabajador de nuestro municipio: 27 despidos en 15 días, horas extras sin remunerar, condiciones asfixiantes, jornadas que teóricamente debían ser de 40 horas semanales pero que en realidad son de hasta a 70 horas semanales, sueldos de miseria, etc. La idea que intenta trasmitir la derecha de que el turismo "de calidad" enriquece al pueblo trabajador de Marbella es falsa: actualmente (en temporada alta) hay más de 15.000 desempleados/as en el municipio. De los puestos de trabajo creados, el 93% son contratos temporales, es decir, que en cuanto acabe el verano, el trabajador o trabajadora volverá al paro. Y las condiciones laborales son casi inexistentes, con jornadas laborales de más de 12 horas en el sector hostelero.

Con esta acción en el Starlite de Marbella, la Plataforma 22M Marbella-San Pedro quiere denunciar la hipócrita y falsa imagen que se tiene de Marbella en el resto del estado español, una imagen falsa de lujo desmesurado, la imagen de la jet-set, la de la paz social donde los ricos y los pobres están en su justo sitio. Pero la verdad es otra: en Marbella el lujo y el glamour de cartón-piedra oculta las miserias del pueblo trabajador de Marbella: miles de desempleados/as; miles de afectados por la hipoteca y desahuciados que en su mayor parte guardan silencio por vergüenza; personas sin techo obligadas a dormir en la calle o en la estación de autobuses; familias sin recursos económicos que para comer deben ir a comedores sociales. Un municipio donde la corrupción, la represión, la explotación, el fascismo y la injusticia social están institucionalizadas por el ayuntamiento PePero de Marbella de Mª Ángeles Muñoz . Una ciudad donde el ayuntamiento quiere construir estaciones de autobuses junto a colegios públicos de infantil y primaria; donde se destruyen las zonas verdes del municipio con la tala masiva de árboles, por motivos urbanísticos; donde la alcaldesa arrebata 300.000m2 a Marbella en beneficio propio y en beneficio de la derecha de Benahavís; donde los cables de alta tensión están encima de colegios públicos; donde el tribunal de cuentas de Andalucía ha detectado numerosas irregularidades en las cuentas del ayuntamiento de Marbella; un ayuntamiento que quiere que se hagan prospecciones de hidrocarburos en la Costa del Sol, vendiendo nuestros mares a Repsol; un ayuntamiento que utiliza dinero público para crear "planes de empleo" que consolidan el caciquismo y el clientelismo; una alcaldesa que hace operaciones millonarias en paraísos fiscales como Luxembrugo; un ayuntamiento que tapa el caso Malaya, ya que se niega a hacer un censo público de los bienes que se recuperen tras la sentencia; una ciudad donde se impone multas de 2.000 y 2.500 euros a manifestantes pacíficos; y un largo etcétera de opresión para los trabajadores y trabajadoras del municipio.

Democracia no es votar cada cuatro años. No hay que esperar a unas elecciones para cambiar las cosas. Debemos atacar al sistema que nos oprime aquí y ahora, con acciones directas, con desobediencia civil, organizando y concienciando al pueblo trabajador. Que nada nos aleje de la lucha en la calle, ya que la Revolución no está en las instituciones, sino, sobre todo, en la calle. El 15M, STOP Desahucios, la PAH y la Plataforma de las Marchas de la Dignidad 22M demostraron que SÍ SE PUEDE y nos enseñaron (y nos siguen enseñando) que las instituciones son algo secundario que no pueden centrar toda nuestra atención. LUCHANDO, CREANDO, PODER POPULAR!!!






La acción ha sido publicada en los periódicos digitales Marbella 24 horas y La Noción. 

viernes, 8 de agosto de 2014

La incompatibilidad de la democracia burguesa y la democracia obrera. “La revolución proletaria y el renegado Kautsky” de Lenin (Noviembre de 1918).


“Kautsky no comprende esta verdad, inteligible y evidente para todo trabajador, porque "ha olvidado", "ha perdido la costumbre" de preguntar: ¿democracia para qué clase? Él razona desde el punto de vista de la democracia "pura" (¿es decir, sin clases? ¿o por encima de las clases?) (Lenin, “La Revolución proletaria y el renegado Kaustky” pg 17, edición digital pg web CJC (old.cjc.es)

1. La dictadura del proletariado y el autoritarismo implícito de las revoluciones.

La ideología dominante es la de la clase dominante. Los valores morales que imperan en la actualidad defienden, en última instancia, a la burguesía. El pseudo-humanismo negador de todo tipo de violencia o autoridad (ajena al poder establecido, por supuesto) es imperante en la clase trabajadora. No obstante, el Estado SÍ puede ser violento y autoritario, ya que vela por valores abstractos como “el bien común”, “el país”, “la patria” o “la constitución”, y que indefectiblemente se reducen a la defensa de los intereses de la burguesía (banqueros y grandes empresarios). No obstante, una revolución obrera, hecha por trabajadores y para trabajadores, violenta y autoritaria (porque la burguesía no permite otro camino) resulta totalmente inaceptable desde el punto de vista de esos valores morales “abstractos”.

Karl Johann Kautsky (Praga, 18 de octubre de 1854-Ámsterdam, 17 de octubre de 1938), jefe ideológico de la II Internacional, eminente marxista que acabó sus días al servicio de la burguesía debido a la incomprensión de la situación concreta, escribió en 1918 el folleto  “La dictadura del proletariado” realizando una crítica oportunista y destructiva a la dictadura del proletariado impuesta a la burguesía y a los terratenientes rusos por los sóviets de obreros, campesinos y soldados de Rusia. En ese folleto, Kautsky clama por la democracia, por la constitución, por la defensa de las minorías, por la legalidad de los parlamentos, por los derechos de la clase burguesa. En definitiva, Kautsky ataca de manera directa a la primera revolución proletaria triunfante de la historia de la humanidad. La respuesta de Lenin no se hizo esperar. Ése es el objeto de su obra “La revolución proletaria y el renegado Kautsky”.

Para empezar, Kautsky “olvidó” la famosa cita de Engels sobre el autoritarismo en las revoluciones (grave fallo en alguien que se considera marxista):

 “Todos los socialistas están de acuerdo en que el Estado político, y con él la autoridad política, desaparecerán como consecuencia de la próxima revolución social, es decir, que las funciones públicas perderán su carácter político, trocándose en simples funciones administrativas, llamadas a velar por los verdaderos intereses sociales. Pero los antiautoritarios exigen que el Estado político autoritario sea abolido de un plumazo, aun antes de haber sido destruidas las condiciones sociales que lo hicieron nacer. Exigen que el primer acto de la revolución social sea la abolición de la autoridad. ¿No han visto nunca una revolución estos señores? Una revolución es, indudablemente, la cosa más autoritaria que existe; es el acto por medio del cual una parte de la población impone su voluntad a la otra parte por medio de fusiles, bayonetas y cañones, medios autoritarios si los hay; y el partido victorioso, si no quiere haber luchado en vano, tiene que mantener este dominio por medio del terror que sus armas inspiran a los reaccionarios. ¿La Comuna de París habría durado acaso un solo día, de no haber empleado esta autoridad de pueblo armado frente a los burgueses? ¿No podemos, por el contrario, reprocharle el no haberse servido lo bastante de ella? Así pues, una de dos: o los antiautoritarios no saben lo que dicen, y en este caso no hacen más que sembrar la confusión; o lo saben, y en este caso traicionan el movimiento del proletariado. En uno y otro caso, sirven a la reacción.” (Federico Engels, “De la autoridad” edición digital www.marxists.org)

2. No existe la “democracia pura”: existe la democracia de la clase burguesa.

Bajo el sistema capitalista, no existe la democracia verdadera, y bajo las reglas burguesas, es imposible alcanzar una verdadera democracia, ya que tales reglas están creadas para el mantenimiento en el poder de una clase social determinada. Y volvemos al debate eterno: reforma o revolución. El capitalismo no puede reformarse, no se le puede dotar de reglas para hacerlo más humano y más justo. La esencia del capitalismo es la apropiación de la plusvalía y el carácter privado de los medios de producción. En períodos revolucionarios, banqueros y grandes empresarios  podrán abrir la mano ante el miedo de la pérdida total del control, y podrán hacer concesiones limitadas con el objetivo de retomar el control de la situación cuando las condiciones objetivas les sean propicias.

Por eso, alcanzar la verdadera democracia conlleva luchar contra la “democracia” del sistema capitalista, la “democracia” de banqueros y grandes empresarios. Desgraciadamente, cuando la persona que quiere un mundo mejor acepta, explícita o tácitamente, las reglas del sistema capitalista (y sus propios códigos morales, que son los  de la clase dominante) estableciendo como propio un campo de batalla, un lenguaje y una táctica que no es la de su clase social, ya ha sido derrotado de antemano.

“Kautsky toma del marxismo lo que los liberales admiten, lo que admite la burguesía (la crítica del medievo, el papel progresivo que desempeñan en la historia el capitalismo en general y la democracia capitalista en particular) y arroja por la borda, calla y oculta en el marxismo lo que es inadmisible para la burguesía (la violencia revolucionaria del proletariado contra la burguesía para aniquilar a ésta). Por ello, dada su posición objetiva, sea cual fuere su convicción subjetiva, Kautsky resulta ser inevitablemente un lacayo de la burguesía.  La democracia burguesa, que constituye un gran progreso histórico en comparación con el medievo, sigue siendo siempre -- y no puede dejar de serlo bajo el capitalismo -- estrecha, amputada, falsa, hipócrita, paraíso para los ricos y trampa y engaño para los explotados, para los pobres. Esta verdad, que figura entre lo más esencial de la doctrina marxista, no la ha comprendido el "marxista" Kautsky. En este problema -- fundamental -- Kautsky ofrece "cosas del gusto" de la burguesía, en lugar de una crítica científica de las condiciones que hacen de toda democracia burguesa una democracia para los ricos.” (Lenin, op. cit., pg 12)

El parlamentarismo burgués no es la representación de la voluntad popular, sino una mera herramienta de la clase explotadora que proyecta una ilusión de democracia e igualdad. La lucha no es dominar la herramienta de dominación de la burguesía bajo el sistema capitalista, sino denunciar su falsedad, su hipocresía y su inutilidad. Defender el parlamentarismo burgués como herramienta de la destrucción del sistema capitalista, es mantener esa ilusión, falsedad e hipocresía, que sirve única y exclusivamente a la clase dominante.

"Considerad el parlamento burgués. ¿Puede admitirse que el sabio Kautsky no haya oído decir nunca que los parlamentos burgueses están tanto más sometidos a la Bolsa y a los banqueros cuanto más desarrollada está la democracia? Esto no quiere decir que no deba utilizarse el parlamentarismo burgués (y los bolcheviques lo han utilizado quizá con mayor éxito que ningún otro partido del mundo, porque en 1912- 1914 habíamos conquistado toda la curia obrera de la cuarta Duma). Pero sí quiere decir que sólo un liberal puede olvidar, como lo hace Kautsky, el carácter históricamente limitado y condicional que tiene el parlamentarismo burgués. En el más democrático Estado burgués, las masas oprimidas tropiezan a cada paso con una contradicción flagrante entre la igualdad formal, proclamada por la "democracia" de los capitalistas, y las mil limitaciones y tretas reales que convierten a los proletarios en esclavos asalariados. Esta contradicción es lo que abre a las masas los ojos ante la podredumbre, la falsedad y la hipocresía del capitalismo. ¡Esta contradicción es la que los agitadores y los propagandistas del socialismo denuncian siempre ante las masas a fin de prepararlas para la revolución! Y cuando ha comenzado una era de revoluciones, Kautsky le vuelve la espalda y se dedica a ensalzar los encantos de la democracia burguesa agonizante.” (Ibíd., pg 14 y 15)

Aceptar los términos (aunque solo sea formalmente) de la burguesía, nos aleja de la lucha revolucionaria de organización y concienciación de la clase obrera.

“Si argumentamos en liberal, tendremos que decir: la mayoría decide y la minoría se somete. Los desobedientes son castigados. Y nada más. No hay por qué hablar del carácter de clase del Estado en general ni de la "democracia pura" en particular; no tiene nada que ver con la cuestión, porque la mayoría es la mayoría y la minoría es la minoría. Una libra de carne es una libra de carne, y nada más.” (Ibíd., pg 18)

¿Se puede despojar del poder de los capitalistas a través de las leyes aprobadas por un parlamento burgués por los más magníficos y bienintencionados prohombres y mujeres que haya dado la clase obrera? Lenin va más allá: incluso tras una revolución proletaria triunfante, con la burguesía, de derecho, defenestrada, el peligro de la restauración capitalista está siempre presente y solo se pude hacer desaparecer con, oh, autoridad y violencia, despojando a la burguesía de sus derechos, es decir, con la dictadura del proletariado.

“Se puede derrotar de golpe a los explotadores con una insurrección victoriosa en la capital o una rebelión de las tropas. Pero, descontando casos muy raros y excepcionales, no se puede hacer desaparecer de golpe a los explotadores. No se puede expropiar de golpe a todos los terratenientes y capitalistas de un país de cierta extensión. Además, la expropiación por sí sola, como acto jurídico o político, no decide, ni mucho menos, el problema, porque es necesario desplazar de hecho a los terratenientes y capitalistas, reemplazarlos de hecho en fábricas y fincas por otra administración, la obrera. No puede haber igualdad entre los explotadores, a los que durante muchas generaciones han distinguido la instrucción, las condiciones de la vida rica y los hábitos adquiridos, y los explotados, que, incluso en las repúblicas burguesas más avanzadas y democráticas, son una masa embrutecida, inculta, ignorante, atemorizada y falta de cohesión. Durante mucho tiempo después de la revolución, los explotadores siguen conservando de hecho, inevitablemente, tremendas ventajas: conservan el dinero (no es posible suprimir el dinero de golpe), algunos que otros bienes muebles, con frecuencia considerables; conservan las relaciones, los hábitos de organización y administración, el conocimiento de todos los "secretos" (costumbres, procedimientos, medios, posibilidades) de la administración; conservan una instrucción más elevada, sus estrechos lazos con el alto personal técnico (que vive y piensa en burgués); conservan (y esto es muy importante) una experiencia infinitamente superior en lo que respecta al arte militar, etc., etc. Si los explotadores son derrotados solamente en un país -- y éste es, naturalmente, el caso típico, pues la revolución simultánea en varios países constituye una rara excepción -- seguirán siendo, no obstante, más fuertes que los explotados, porque sus relaciones internacionales son poderosas. Además, una parte de los explotados, pertenecientes a las masas menos desarrolladas de campesinos medios, artesanos, etc., sigue y puede seguir a los explotadores, como lo han probado hasta ahora todas las revoluciones, incluso la Comuna (porque entre las fuerzas de Versalles había también proletarios, cosa que "ha olvidado" el doctísimo Kautsky).   Por tanto, suponer que en una revolución más o menos seria y profunda la solución del problema depende sencillamente de la relación entre la mayoría y la minoría, es el colmo de la estupidez, el más necio prejuicio de un liberal adocenado, es engañar a las masas, ocultarles una verdad histórica bien establecida. Esta verdad histórica es la siguiente: en toda revolución profunda, lo normal es que los explotadores, que durante bastantes años conservan de hecho sobre los explotados grandes ventajas, opongan una resistencia larga, porfiada y desesperada. Nunca -- a no ser en la fantasía dulzona del melifluo tontaina de Kautsky -- se someten los explotadores a la decisión de la mayoría de los explotados antes de haber puesto a prueba su superioridad en una desesperada batalla final, en una serie de batallas. El paso del capitalismo al comunismo llena toda una época histórica. Mientras esta época histórica no finalice, los explotadores siguen inevitablemente abrigando esperanzas de restauración, esperanzas que se convierten en tentativas de restauración. Después de la primera derrota seria, los explotadores derrocados, que no esperaban su derrocamiento ni creían en él, que no aceptaban ni siquiera la idea de él, se lanzan con energía decuplicada, con pasión furiosa y odio centuplicado a la lucha por la restitución del "paraíso" que les ha sido arrebatado, en defensa de sus familias, que antes disfrutaban de una vida tan dulce y a quienes la "chusma del populacho vil" condena a la ruina y a la miseria (o al "simple" trabajo. . .). Y detrás de los capitalistas explotadores viene arrastrándose una gran masa de pequeña burguesía, de la que decenios de experiencia histórica en todos los países nos dicen que titubea y vacila, que hoy sigue al proletariado y mañana se asusta de las dificultades de la revolución, se deja llevar del pánico ante la primera derrota o semiderrota de los obreros, se pone nerviosa, se agita, lloriquea, se pasa de un campo a otro. . . lo mismo que nuestros mencheviques y eseristas. “(Ibíd., pgs 20 y 21)

Aceptar la lucha de clases es asumir que la lucha entre la burguesía y la clase obrera es a muerte, es decir, la burguesía debe desaparecer para alcanzar el comunismo (esto es, la desaparición del estado y de las clases sociales, de los opresores y de los oprimidos).

"¿Puede mantenerse la democracia para los ricos y los explotadores en un período histórico en que se derriba a los explotadores y su Estado es sustituido por el Estado de los explotados? (…) Lo que es rasgo indispensable, condición imprescindible de la dictadura, es la represión por la fuerza a los explotadores como clase, y, por consiguiente, la violación de la "democracia pura", es decir, de la igualdad y de la libertad en relación con esa clase. (Ibíd., pgs 22)

La cuestión no es controlar simplemente la herramienta de la burguesía, sino controlarla y destruirla progresivamente, sustituyéndola por las herramientas enteramente obreras.

“Decir a los Soviets que luchen, pero que no tomen todo el Poder del Estado en sus manos, que no se transformen en organizaciones de Estado, equivale a predicar la colaboración de clases y la "paz social" entre el proletariado y la burguesía. Es ridículo pensar siquiera que, en una lucha encarnizada, semejante posición pueda conducir a algo que no sea una vergonzosa derrota. El eterno destino de Kautsky es nadar entre dos aguas. Hace como si en teoría no estuviera de acuerdo en nada con los oportunistas, pero de hecho está de acuerdo con ellos, en todo lo esencial (o sea, en todo lo que concierne a la revolución), en la práctica”. (Ibíd., pg 28)

3. La violencia y la guerra: una cuestión de clase.

Las herramientas de control de la burguesía son varias: el Estado, la administración, los cuerpos de seguridad, los cuerpos de espionaje y, por supuesto, la fuerza represora más implacable y brutal, la defensora en última instancia del sistema capitalista: el ejército.

 “Sin "desorganización" del ejército no se ha producido ni puede producirse ninguna gran revolución. Porque el ejército es el instrumento más fosilizado en que se apoya el viejo régimen, el baluarte más pétreo de la disciplina burguesa y de la dominación del capital, del mantenimiento y la formación de la mansedumbre servil y la sumisión de los trabajadores ante el capital. La contrarrevolución no ha tolerado ni pudo tolerar jamás que junto al ejército existieran obreros armados. En Francia -- escribía Engels --, después de cada revolución estaban aún armados los obreros "por eso, el desarme de los obreros era el primer mandamiento de los burgueses que se hallaban al frente del Estado". Los obreros armados eran germen de un ejército nuevo, la célula orgánica de un nuevo régimen social. Aplastar esta célula, impedir su crecimiento, era el primer mandamiento de la burguesía. El primer mandamiento de toda revolución triunfante -- Marx y Engels lo han subrayado muchas veces -- ha sido deshacer el viejo ejército, disolverlo y reemplazarlo por un ejército nuevo. La clase social nueva que se alza a la conquista del Poder, no ha podido nunca ni ahora puede conseguir ese Poder ni afianzarse en él sin destrozar por completo el antiguo ejército” (Ibíd., pg 44)

Y volvemos al espinoso tema de la violencia: ¿los socialistas deben oponerse a la violencia "en general"?

“El socialismo se opone a la violencia ejercida contra las naciones. Esto es indiscutible. Y el socialismo se opone en general a la violencia ejercida contra los hombres. Sin embargo, exceptuando a los anarquistas cristianos y a los discípulos de Tolstói, nadie ha deducido todavía de ello que el socialismo se oponga a la violencia revolucionaria. Por tanto, hablar de "violencia" en general, sin distinguir las condiciones que diferencian la violencia reaccionaria de la revolucionaria, es equipararse a un filisteo que reniega de la revolución, o bien, sencillamente, engañarse uno mismo y engañar a los demás con sofismas. Lo mismo puede decirse de la violencia ejercida contra las naciones (…) El carácter de clase de una guerra es lo fundamental que se plantea un socialista (si no es un renegado). La guerra imperialista de 1914-1918 es una guerra entre dos grupos de la burguesía imperialista que se disputan el reparto del mundo y del botín, que quieren expoliar y ahogar a las naciones pequeñas y débiles. Así es como definió la guerra el Manifiesto de Basilea en 1912, y los hechos han confirmado su apreciación. El que se aparte de este punto de vista sobre la guerra no es socialista.(…) El socialista, el proletario revolucionario, el internacionalista razona de otra manera: el carácter de la guerra (la guerra es reaccionaria o revolucionaria) no depende de quién haya atacado ni del territorio en que esté el "enemigo", sino de la clase que sostiene la guerra y de la política de la cual es continuación esa guerra. Si se trata de una guerra imperialista reaccionaria, es decir, de una guerra entre dos grupos mundiales de la burguesía reaccionaria imperialista, despótica y expoliadora, toda burguesía (incluso la de un pequeño país) se hace cómplice de la rapiña, y yo, representante del proletariado revolucionario, tengo el deber de preparar la revolución proletaria mundial como única salvación de los horrores de la guerra mundial. No debo razonar desde el punto de vista de "mi" país (porque ésta es la manera de razonar del mesócrata nacionalista, desgraciado cretino que no comprende que es un juguete en manos de la burguesía imperialista), sino desde el punto de vista de mi participación en la preparación, en la propaganda, en el acercamiento de la revolución proletaria mundial.” (Ibíd., pgs 45 y 46)

4. Conclusión.

La reforma se define a sí misma, y ése no es nuestro camino, porque no queremos darle un rostro humano a un sistema económico incapaz de humanizarse (ya que su esencia está en el latrocinio y la explotación de los trabajadores y trabajadoras). Queremos una revolución que destruya el sistema. Por desgracia, no hay revoluciones limpias, a golpe de tecla o a golpe de decreto-ley.

Por un lado, no podemos ser dogmáticos, negar diferentes formas de llegar a ese fin. Pero tampoco podemos ser ingenuos: llegará un punto de inflexión, un punto de no retorno, un punto en el que la burguesía defenderá sus intereses hasta las últimas consecuencias. Negar nuestro derecho a, no solo defendernos, sino a contraatacar para acabar con el sistema, es un acto suicida. La moral imperante es la de nuestros verdugos y la de su sistema explotador. Ese debe ser el mensaje.  Nuestro único camino de triunfo es despojar a esa minoría de explotadores de sus derechos. Es un paso imprescindible para el triunfo de nuestra clase. Dejémonos de prejuicios pequeñoburgueses.
 No podemos convivir con la burguesía, ya que su existencia supone nuestra explotación.

Juanjo Muñoz.