domingo, 15 de junio de 2014

Artículo de Opinión: la violencia en la lucha revolucionaria. ¿Se puede acabar con el capitalismo sin violencia?



(Este artículo refleja las opiniones personales del autor. En ningún caso es un comunicado oficial ni extraoficial de la CUT Marbella).

Tema espinoso donde los haya. Nadie en su sano juicio abogaría por la violencia para solucionar los problemas. Al contrario, si estamos en contra del sistema capitalista es porque rechazamos categóricamente la violencia inherente a este modo de producción cuya fuerzas productivas está en manos privadas. Además,  luchamos por un mundo donde impere la solidaridad frente al egoísmo, la razón frente al dogmatismo, la convivencia pacífica frente al imperialismo capitalista, y la tolerancia frente al fanatismo. Abogamos por toda una serie de valores positivos que eleven al ser humano a una nueva etapa de desarrollo y crecimiento económico, social, político y personal.
Pero la clave del asunto no son las buenas (o malas) intenciones de los factores activos y pasivos involucrados en la lucha revolucionaria. Cualquier intento serio de acabar con el sistema capitalista requiere de manera imprescindible un análisis exhaustivo de la realidad concreta. Y la violencia es un factor clave en la realidad objetiva y en la explotación de la clase trabajadora a manos de banqueros y grandes empresarios.

1. ¿Vivimos en un mundo humanista?
Sin duda alguna, el humanismo, como filosofía vital y como código moral, es una manera adecuada de conseguir una correcta convivencia entre los seres humanos, una convivencia donde se respete la individualidad de la persona en el marco de una sociedad justa, solidaria, tolerante e igualitaria, donde prime el bien común sobre el egoísmo individual y donde la razón y la solidaridad entre individuos y pueblos sea la principal norma. Y, por último y más importante, el humanismo rechaza el empleo de todo tipo de violencia. 

Pero, desgraciadamente, vivimos en un mundo que no se rige por leyes humanistas. Vivimos en un mundo que se rige por leyes capitalistas, o dicho de otra manera, los que tienen el poder no se rigen por un código moral humanista. Al contrario, son capitalistas capaces de todo para obtener beneficios. Repito: capaces de todo, incluso de utilizar la violencia a unos niveles imposibles de imaginar. Grandes empresarios, banqueros, políticos, alto clero, generales y caudillos militares, a través de los medios de comunicación, de la policía y del ejército, imponen su visión del mundo al resto de los mortales. Y utilizarán esas herramientas de opresión para mantener su poder. Utilizarán la violencia para mantenerse en el poder y para defender el capitalismo.

Pero los burgueses no son tontos. A través de sus medios de comunicación, de su control de la enseñanza y de sus religiones, intentan imponer una falsa moral humanista al conjunto de la población. La burguesía dice que la violencia es SIEMPRE inaceptable, sobre todo cuando la ejerce la clase obrera para defender sus derechos. Pero para ellos, para la burguesía, no es violencia las guerras por el petróleo, las cargas de los antidisturbios, la brutalidad policial, las torturas, echar a familias de sus hogares, que seres humanos mueran de hambre, los “accidentes” laborales y un largo etcétera.

2. ¿Qué es la violencia?
La violencia, como todo en el sistema capitalista, es una cuestión de clase: su carácter dependerá de la clase que la ejerza, ya que revelará sus motivos. El capitalismo ejerce la violencia para mantener sus obscenos privilegios. El capitalismo es un sistema intrínsecamente violento que se basa en la explotación de la gran mayoría de la población en beneficio de unos pocos, y eso lo consigue apoyándose en el aparato del Estado, el ejército y la policía.

Por otro lado, la clase obrera ha ejercido la violencia en el pasado para defenderse de la clase opresora y para conquistar sus derechos. La clase obrera ejerce la violencia porque no le queda más remedio, porque los que detentan el poder lo mantienen usando la violencia, porque los burgueses no cederán el poder sin emplear la violencia de la policía y del ejército, a través de la represión policial o los golpes de estado militares.

Ahora bien ¿cuál es la violencia que la clase trabajadora ha empleado en el pasado para conquistar sus derechos? Por supuesto, no ha sido una violencia gratuita o impulsiva. Tampoco ha sido una violencia ejercida por una minoría. La violencia obrera surge en el contexto de un estallido revolucionario. Debe ser una violencia surgida del conjunto de la clase trabajadora, consecuencia de un trabajo revolucionario previo de agitación y propaganda, de concienciación del auténtico poder de la clase obrera, paso siguiente de las manifestaciones y huelgas obreras. Ha sido una violencia que ha unificado la lucha de la clase trabajadora y ha aumentado su conciencia como clase, una violencia que ha otorgado a los trabajadores/as conciencia de su auténtico poder. Una violencia que ha surgido de manera natural, dialéctica, que ha surgido porque las contradicciones de clase por fin han estallado y el trabajador y trabajadora se ha dado cuenta que el capitalismo no deja otro camino que la lucha hasta las últimas consecuencias. En muchas ocasiones, es un acto defensivo ante la agresión de la burguesía. Otras veces es el resultado lógico de décadas de opresión capitalista, donde la cantidad se transforma en calidad.  Pero siempre las acciones revolucionarias han estado ORGANIZADAS, para aumentar la efectividad (atacar al verdadero enemigo) y minimizar los daños.

La violencia no es un término absoluto ni moral. Es una herramienta que hay que saber utilizar (o no utilizar) cuando las circunstancias concretas del momento así lo indiquen. La violencia no debe ser un acto impulsivo, pasional o minoritario. Debe ser la expresión consecuente del conjunto de la clase trabajadora.


3. ¿Una revolución debe ser necesariamente violenta?

No, dependerá del grado de descomposición del poder capitalista en un momento dado, esto es, depende de si la burguesía puede utilizar al Estado Burgués para reprimir el estallido revolucionario. La Revolución Rusa de 1917 fue prácticamente incruenta, ya que el ejército se puso del lado del pueblo. La verdadera violencia vino después, cuando 21 ejércitos imperialistas de las potencias “democráticas” capitalistas invadieron el territorio ruso y apoyaron militarmente a los elementos reaccionarios zaristas dentro de Rusia, provocando una sanguinaria guerra “civil”. Aquí vemos otra vez cómo es el capitalismo el que emplea la violencia sin miramientos para acabar con las conquistas de la clase obrera. Se habla mucho del Terror Rojo de los bolcheviques, pero no se dice que esa violencia fue un acto de defensa frente al  Terror Blanco desencadenado por las potencias capitalistas “democráticas” del resto del mundo. Los historiadores capitalistas, enarbolando un humanismo hipócrita, no dejan de recordar que en la Rusia de Lenin la gente se moría de hambre, pero olvidan mencionar que los ejércitos zaristas, apoyados por ejércitos norteamericanos o británicos, quemaban campos y asesinaban a campesinos  por el mero hecho de apoyar al estado soviético de los obreros y campesinos.
La experiencia concreta de la historia da numerosos ejemplos de cómo la burguesía ha desencadenado la violencia para mantener el poder y de cómo la clase obrera ha tenido que emplear el poder para defenderse: El período de 1931-1939 en el Estado Español; El golpe de Estado en el Chile de Pinochet; las intentonas golpistas capitalistas en la Venezuela de Chavez y Maduro; el resurgir fascista en Ucrania.
¿Es lícito utilizar la violencia para defenderse de una agresión? ¿o el pacifismo es la solución al sistema capitalista?

4. Pacifismo y no violencia.
El pacifismo y la no violencia son incapaces de acabar por sí solas con el sistema capitalista. No es una afirmación gratuita: a lo largo de la historia ningún movimiento pacifista o no-violento ha conseguido acabar con el sistema capitalista en ningún estado. ¿Alguien puede dar un ejemplo de una revolución victoriosa contra el sistema capitalista a través del pacifismo o la no violencia? (y no, Gandhi no sirve de ejemplo). Porque volvemos a lo mismo: la burguesía no entregará pacíficamente su poder a la clase obrera. Incluso en el mejor de los casos, si se da la descomposición máxima del Estado burgués y el ejército y la policía se pone en el lado del pueblo, las clases dominantes pueden apelar a la represión internacional (OTAN, ONU).

Por otro lado ¿sirve de algo el pacifismo o la “no violencia”? Por supuesto que sí: sirve para revelar a la clase trabajadora la verdadera cara del Estado y sus cuerpos de represión. Debido a la brutalidad desplegada por las herramientas represivas del capitalismo, la clase trabajadora llegará a la conclusión (por sí misma y basado en su propia experiencia) de que la “no violencia” es inútil para acabar con un sistema que se basa en el uso intensivo e indiscriminado de la violencia de manera directa e indirecta. ¿Las acciones “no violentas” son una pérdida de tiempo, una lucha inútil? No, en la medida que quitan la máscara a la hipócrita y falsa “paz social” capitalista. ¿Las personas que creen en la “no violencia” y la practican en la lucha social, son ingénuos o contrarrevolucionarios? No, sencillamente son personas que emplean un método de lucha equivocado que les conducirá a un inevitable callejón sin salida. Aunque a nivel revolucionario la “no violencia” sea un método ineficaz, no deja de ser una fase lógica en la toma de conciencia de las masas. No podemos olvidar el carácter profundamente conservador de la clase trabajadora, que la hace tender a un “status quo” de aparente calma social, fruto de siglos de costumbres, adoctrinamientos y lavados de cerebro promovidos y ejercidos por la clase dominante, cuyo máximo estandarte es la moral humanista, que convenientemente rechaza todo tipo de violencia (salvo cuando la ejerce la clase dominante, directa o indirectamente).

5. La lucha armada

“¿Cuáles son las exigencias fundamentales que todo marxista debe presentar para el análisis de la cuestión de las formas de lucha? En primer lugar, el marxismo se distingue de todas las formas primitivas del socialismo pues no liga el movimiento a una sola forma determinada de lucha. El marxismo admite las formas más diversas de lucha; además, no las "inventa", sino que generaliza, organiza y hace conscientes las formas de lucha de las clases revolucionarias que aparecen por sí mismas en el curso del movimiento. El marxismo, totalmente hostil a todas las fórmulas abstractas, a todas las recetas doctrinas, exige que se preste mucha atención a la lucha de masas en curso que, con el desarrollo del movimiento, el crecimiento de la conciencia de las masas y la agudización de las crisis económicas y políticas, engendra constantemente nuevos y cada vez más diversos métodos de defensa y ataque. Por esto, el marxismo no rechaza categóricamente ninguna forma de lucha.”
(Lenin, “La Guerra de Guerrillas” Proletari, 30 de septiembre de 1906, la negrita es nuestra)

“La Guerra de Guerrillas” de Lenin es un texto clave para entender la visión marxista de la lucha armada. Su buena interpretación es fundamental para fortalecer al movimiento obrero. Su mala interpretación puede causar un daño terrible a la causa obrera.

Lenin diferenciaba muy bien entre la lucha armada del pueblo trabajador y los actos de terrorismo individual pequeñoburgueses de anarquistas o blanquistas. La lucha armada está al servicio del movimiento obrero y dependerá del grado de conciencia revolucionaria de la clase trabajadora y de las masas. Como ya explicamos antes, la lucha armada debe ser la expresión última de la lucha revolucionaria, cuando ya han caído todos los disfraces hipócritas de la falsa democracia burguesa y la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado es evidente para la clase obrera. Es en ese momento en el que la burguesía no puede utilizar la acción revolucionaria de las masas, apelando a un falso humanismo, contra la propia clase obrera, invocando al “rechazo a todo tipo de violencia” o defendiendo “el derecho a la vida”, criminalizando la lucha de los trabajadores y trabajadoras.

“(…) el marxismo exige que la cuestión de las formas de lucha sea enfocada históricamente. Plantear esta cuestión fuera de la situación histórica concreta significa no comprender el abecé del materialismo dialéctico. En los diversos momentos de la evolución económica, según las diferentes condiciones políticas, cultural-nacionales, costumbrales, etc., aparecen en primer plano distintas formas de lucha, y se convierten en las formas de lucha principales; y, en relación con esto, se modifican a su vez las formas de lucha secundarias, accesorias. Querer responder sí o no a propósito de un determinado procedimiento de lucha, sin examinar en detalle la situación concreta de un movimiento dado, la fase dada de su desenvolvimiento, significa abandonar completamente la posición del marxismo.(Lenin, “La Guerra de Guerrillas” Proletari, 30 de septiembre de 1906, la negrita es nuestra)

La verdad es concreta y saber analizar el momento concreto de la lucha de clases es fundamental. El grado conciencia revolucionaria de la clase obrera y de las masas es clave para determinar la forma de lucha. Fidel Castro y Ernesto “Che” Guevara acabaron con la dictadura de Batista porque el pueblo cubano estaba a favor de la guerrilla. Desgraciadamente, años después, el grado de conciencia de las masas en Bolivia no era el adecuado. En Rusia, el grado de conciencia de la clase obrera en Febrero de 1917 no era el mismo que en Octubre de 1917. El grado de conciencia de la clase obrera y campesina de los pueblos del Estado español en julio de 1936 no era la misma que en la España de Felipe González, Aznar, Zapatero o Rajoy. El pueblo en su mayoría debe ver la lucha armada como el paso lógico de la lucha revolucionaria. Si la burguesía, a través de su maquinaria política, policial y mediática, consiguen criminalizar las acciones armadas y hacer que la clase trabajadora y las masas vean esta lucha armada como “crímenes” ordinarios,  significa que el grado de conciencia todavía no es el adecuado. La lucha armada, cuando no es el momento, produce los efectos contrarios de los que se desean: es utilizado por la burguesía contra el propio movimiento obrero, promulgando leyes que reducen las libertades y los derechos de la clase obrera. Además, convierte en víctimas a los verdugos a ojos de la clase trabajadora.

“Se dice que la guerra de guerrillas aproxima al proletariado consciente a la categoría de los vagabundos borrachines y degradados. Es cierto. Pero de esto sólo se desprende que el partido del proletariado no puede nunca considerar la guerra de guerrillas como el único, ni siquiera como el principal procedimiento de lucha; que este procedimiento debe estar subordinado a los otros, debe ser proporcionado a los procedimientos esenciales de lucha, ennoblecido por la influencia educadora y organizadora del socialismo. Sin esta última condición, todos, absolutamente todos los procedimientos de lucha, en la sociedad burguesa, aproximan al proletariado a las diversas capas no proletarias, situadas por encima o por debajo de él, y, abandonados al curso espontáneo de los acontecimientos, se desgastan, se pervierten, se prostituyen”
(Lenin, “La Guerra de Guerrillas” Proletari, 30 de septiembre de 1906, la negrita es nuestra)

Nunca podemos olvidar que la lucha armada no es la principal forma de lucha del proletariado. La lucha armada es un mal menor, un paso que nos veremos obligados a tomar porque la represión de la burguesía será total y buscará nuestra exterminación física directa a través de una dictadura policial-militar directa o indirecta, de derecho o de facto. A los trabajadores y trabajadoras de los pueblos del estado español no les quedó más remedio que levantarse en armas contra el fascismo español y europeo en 1936; que el pueblo chileno no se levantara en armas el 11 de septiembre de 1973 tuvo consecuencias catastróficas para la clase obrera durante décadas; la acción revolucionaria de la clase obrera y las masas en Venezuela salvaron la revolución bolivariana en el pasado y la salvarán en el presente.


6. Terrorismo individual; terrorismo de Estado; terrorismo patronal.

No se puede entender la aparición del terrorismo individual en el Estado español sin la existencia de casi 40 años de dictadura franquista y de las atrocidades contra los derechos humanos que se cometieron durante la guerra civil española y posguerra. Las cifras no están todavía claras, pero se estima que 130.000 seres humanos fueron víctimas de la represión fascista durante la guerra civil y la posguerra (Fuente: Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y el historiador Francisco Espinosa). España es el segundo país del mundo con mayor número de desaparecidos. Estamos hablando de muertes oficiales por fusilamiento y garrote vil, pero también estamos hablando de decenas de miles de muertes en descampados, en cárceles y comisarías, con torturas y violaciones. Además de todas estas atrocidades contra la clase trabajadora, también hablamos de la represión a la identidad nacional de los diferentes pueblos del Estado español. Hablamos de pueblos enteros en estado de sitio militar, hablamos de palizas, hablamos de multas y torturas por hablar tu propia lengua, hablamos de generaciones maltratadas y humilladas por su clase social o por su nacionalidad. Desgraciadamente, todo esto no desapareció con la mal llamada transición democrática española. Aunque formalmente España se convirtió en una democracia, en la práctica los cimientos del estado franquista permanecían intactos en el aparato estatal, policial y militar.

ETA nace en plena dictadura franquista en Euskalherria, siendo una respuesta nacionalista y marxista de la clase obrera vasca contra la dictadura franquista y contra el capitalismo al que representaba. Como toda organización sujeta a las leyes de la dialéctica, ETA vivió numerosos cambios y escisiones, potenciando en diferentes etapas la lucha política o la lucha militar, su lado nacionalista o su lado marxista. La lucha militar de ETA escapó siempre al aspecto guerrillero de la lucha armada, y tuvo total similitud con el terrorismo individual, centrado en atentados individuales a miembros de las fuerzas represivas del estado. Durante la dictadura franquista, su mayor logro fue el atentado contra el Almirante Carrero Blanco, presidente del gobierno franquista y sucesor de Franco. Llegada la democracia burguesa al estado español, la cúpula de ETA no supo analizar el estado de conciencia de la clase obrera de Euskalherria y del resto del estado español, y cada acto de terrorismo individual aislaba a la organización de la clase obrera y del pueblo al que representaban. Más aún cuando los daños colaterales de las acciones armadas arrastraban numerosas e inaceptables víctimas civiles de la clase obrera. Para los diferentes gobiernos del estado español, ETA, más que un problema, resultó un argumento recurrente para ganar elecciones y para potenciar el nacionalismo español en la clase obrera. 

Pero cada reacción tiene su acción previa. ETA es fruto de la represión fascista (durante y después de la dictadura); es la respuesta (estratégicamente errónea) a la opresión de las fuerzas represivas del estado y a sus grupos paramilitares (“Alianza Apostólica Anticomunista”, Antiterrorismo ETA, Grupos Armados Españoles, Guerrilleros de Cristo Rey, Batallón Vasco Español, Comandos antimarxistas (todos ellos controlados y financiados por el Servicio Central de Documentación (servicio de inteligencia español desde 1972 hasta 1977) tal como reconoció uno de sus mandos, el general Sáez de Santamaría. Y, por supuesto, los GAL, financiados por el propio gobierno de Felipe González.
Incluso hoy día, cuando ETA ya ha proclamado el cese definitivo de la lucha armada, el gobierno de turno agita el fantasma de ETA para cegar a la clase obrera y desviar su atención del verdadero enemigo: la burguesía, que mata y sigue matando a los trabajadores y trabajadoras. El terrorismo patronal existe y lo llaman “accidentes laborales”. Y para muestra, unas pocas cifras:

Durante sus 43 años de existencia, ETA mató a 829 personas, de las cuales, el 58% eran militares, guardias civiles, policías nacionales y municipales, y banqueros y altos cargos políticos franquistas (Fuente: Fundación víctimas del terrorismo); en 16 años (1997-2012), se han producido 14.214 “accidentes” laborales mortales (Fuente: Instituto Nacional de Estadística). Sólo en el año 2000 hubo 1.136 trabajadores y trabajadoras asesinad@s por la patronal, o sea, solo en el año 2000 la patronal mató a más trabajadores que ETA en toda su existencia. 

El terrorismo individual no es el camino de la lucha de la clase obrera. La clase obrera no puede ser espectadora de la lucha de clases, sino protagonista. Marx explicó que la emancipación de la clase obrera será obra de la propia clase obrera o no lo será nunca.


Juanjo Muñoz (Marbella, junio de 2014)

No hay comentarios:

Publicar un comentario